sábado, 29 de junio de 2013

PRESENTACIÓN DE ALFILERES DE CRISTAL EN HERRERA DEL DUQUE (BADAJOZ)

   El próximo día 1 de agosto, a las 22 h., tendré el placer de presentar Alfileres de cristal en Herrera del Duque, mi pueblo. Será en el Salón de Actos del Palacio de Cultura, en un acto presidido por el alcalde de la villa, Saturnino Alcázar, al que acompañarán la concejala de Cultura del Ayuntamiento, Laura García, y dos invitadas de excepción: Clara García y Mª del Mar Ledesma. 

   Con Clara García, maestra en Peloche durante los últimos treinta años, compartí los primeros pasos de la, ahora revitalizada de nuevo, asociación cultural "Castillo de Herrera", que creamos allá por los primeros ochenta, e inauguramos con el montaje de la obra de teatro Es mi hombre, de Carlos Arniches, en la que ella hacía el papel de mi hija (inolvidable, creedme). Mª del Mar Ledesma, por su parte, viene desempeñando un papel de primer orden en la promoción de la lectura y el desarrollo cultural de Herrera y Peloche desde la Biblioteca Municipal. Dos voces, pues, autorizadísimas para hablar de mis "Alfileres", pues a todo lo anterior suman su calidad de mujeres... .

  Será una noche muy especial, y nada al uso, porque limitaremos al máximo nuestras intervenciones en aras de que tome protagonismo el público. Queremos generar un debate sobre la trilogía de novelas que he dedicado a nuestra tierra (Callejón del lobo, Chocolate con veneno y Alfileres de cristal), y para ello el papel de los lectores, su implicación activa, nos parece absolutamente fundamental. Con este fin, desde el Ayuntamiento y la Biblioteca han organizado un Club de Lectura que está promoviendo el acercamiento a mi obra durante el mes de julio, a fin de que los asistentes, la noche del próximo 1 de agosto, lleguen con los "deberes" hechos. Huelga decir que para mí será un auténtico privilegio conversar con ellos, y resolver aquellas dudas que puedan planteárseme, o que esté en mi mano resolver, al tiempo que aprendo de tanto como pueden enseñarme.

  Gracias, pues, al Ayuntamiento de Herrera por facilitarme de nuevo el mejor de los marcos posibles para presentar una de mis obras, al Alcalde y la Concejala por acompañarme, a Clara y Mª del Mar por respaldar el acto tan generosa y activamente, y a todos lo que esa noche os decidáis a asistir, por seguir dando sentido a mi trabajo. No podría pensar en mejor forma de inaugurar agosto. Un mes que, si las Musas siguen acompañándome, dedicaré casi íntegramente a dar forma a mi próxima novela. Por el momento sólo os puedo decir que transcurre íntegramente en el año 1500...


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sábado, 22 de junio de 2013

SOBRE MIS "ALFILERES"...


      Me vais a perdonar este derroche de auto-complacencia, pero, de nuevo, la prensa cordobesa recoge hoy una reseña sobre mi última novela que no me he podido resistir a compartir con vosotros. Es un extracto del texto que Alfonso Zamorano Aguilar leyó el día de la presentación del libro en el Palacio de Viana de Córdoba. Él es Profesor Titular de Lingüística en mi misma Universidad, por lo que no seré yo quien ose opinar sobre su estilo (magnífico en concisión, ritmo y precisión sintáctica, se mire por donde se mire), pero basta con que lo leáis sosegadamente para que captéis sin dificultad su profundidad de pensamiento, su capacidad de penetración, su hondura psicológica, su dominio del lenguaje. Alfonso es uno más de esos buenos amigos que me ha regalado la vida, de potencial académico y científico inconmensurable, al que quiero y admiro por su concepto de la lealtad y su calidad humana. Él, al igual que Marisa Paredes, Rosa Luque o Pilar Sanabria, derrocha generosidad hacia mi persona y mi obra, dando sentido a cualquier esfuerzo por mi parte, haciendo que me apetezca seguir en esto aunque sólo sea por disfrutar del milagro impagable que para mí representa disfrutar la vida junto a personas tan enriquecedoras como ellos.  
  De paso, un poco más abajo, incluyo también la valoración que de Alfileres de cristal hizo hace unos días en el periódico HOY, de Badajoz, Manuel Pecellín Lancharro, un hombre muy ligado a la Siberia Extremeña por razones familiares, que viene prestando una atención especial a mi narrativa desde que apareció Callejón del lobo y que, de nuevo, como Alfonso, emociona con sus palabras. Gracias, pues, de todo corazón, a ambos.  


Una historia bien alimentada

Desiderio Vaquerizo cierra con 'Alfileres de cristal' la trilogía iniciada con 'Callejón del lobo'

Alfonso Zamorano Aguilar 22/06/2013
   Hace unos años, tuve el privilegio de trabajar, intensamente, con la personificación más absoluta del rigor, de la decencia profesional, de la entrega, de la generosidad académica y personal. Hablo de Desiderio Vaquerizo, con quien aprendí de primera mano qué significa ser universitario, riguroso, íntegro, humilde, comprometido...: todo con mayúsculas. Desde su primera novela (El árbol del pan , 2004), demostró, además, su habilidad para contar historias, para acercarse al receptor y colmarlo con su maestría narrativa. Y lo hizo desde el terreno que mejor conoce: la arqueología. En ella se siente a gusto, se mueve con soltura en distintos espacios y en esa mezcla del tiempo, pasado y presente, que es para él su disciplina. Experimentó así lo que significa dar entidad, hacer sentir, reír, llorar, a otros, a sus personajes. Aprendió a jugar a la gratísima tarea de crear vidas. Después, vendría su trilogía, bien diseñada, sobre la mujer española, rural y contemporánea, que empezó con Callejón del lobo , continuó con Chocolate con veneno , y cierra ahora de forma perfecta con Alfileres de cristal : una historia apasionante, intrigante, con picos de tensión narrativa brutales, que se disfruta y se siente desde la primera hasta la última página. En ella el lector se ve envuelto, una vez más, en una telaraña de la que resulta imposible sustraerse, no implicarse. Cuesta, incluso, deshacerse, después de terminarla, del ambiente que se respira, de la piel, exterior e interior, de Penélope, esa mujer aparentemente frívola, de alma desgarrada, de entereza y lucha envidiables, de pasión vivida, derrochada y salvajemente robada desde su nacimiento hasta su final, impactante y desolador.
   No voy a desentrañar los hilos bien tejidos, cuidadosamente bordados, de su trama narrativa. Quiero que sean sus lectores quienes se sobrecojan con este relato tan real, tan verosímil como empapado de dureza; con la construcción pensada, perfecta, bien urdida, de la historia, de los personajes, de la estructura, de los temas que nos regala para la reflexión. En ella llaman la atención la técnica cinematográfica, que logra enredarnos de forma inexorable en las vidas de los personajes, el ritmo, mantenido hasta la última línea (resulta fascinante, casi adictivo, el anzuelo que representa esta estrategia), y, paradójicamente, el remanso relajado de las bien medidas descripciones; porque entiendo asombrosa, y dulcísima, la fotografía verbal de ideas, sentimientos, personajes, lugares... Descripciones preciosas, fruto de un ojo clínico y preciso para la captación y la transmisión de la realidad, sea esta agradable o, con más frecuencia de lo deseable, terrible. La mezcla del compás trepidante de la narración, de la tensión en ciertas cumbres, junto con el sosiego de las descripciones, zarandean al lector, que de forma insoslayable se ve implicado con los personajes hasta llegar a respirar con ellos.
   La complejidad y el crecimiento psicológicos de Juana, Miguel, Marta, Rafael, Martina, los inspectores Calatrava y Jiménez, el abogado Quintana..., los alejan de tópicos tipos sociales, acercándolos a las personas. Los lectores gozarán, incluso se asombrarán de la potente personalidad de Penélope, de su desdoblamiento emocional y de su contraste con Saturnina... Dos mujeres en una. Una mujer en dos cuerpos y con un alma arrebatadoramente vivida. El mismo desdoblamiento que el narrador, el autor-narrador, nos hace sentir en su persona; porque en esa voz omnipresente y omnisciente se intuye a Desiderio Vaquerizo, magistralmente escondido, y nos conduce a un universo sorprendente, a la par que logra mantener diálogos explícitos o implícitos con los personajes (internamente) y con el espectador/lector (externamente). Esto pone de relieve la riqueza de su técnica, que convierte a la novela en una historia sutilmente enhebrada y sorprendentemente alimentada.
   La realidad es una síntesis de contradicciones, que se recogen con deliciosa ética en Alfileres de cristal . Una realidad, un mundo, cuya propia esencia contradictoria, incluso de fantasía y verdad, toma forma a través de la mitología (Icaro, Medusa, Venus, Cibeles, Atlas, Fortuna, Ulises, Penélope, Odiseo...) y el mundo animal (anguila, serpiente, gato, guepardo, zángano, gallina, rinoceronte, zorros, perros, galgo, pájaros, liebre...); metáfora brutal del zoológico en el que ha devenido nuestro mundo; metáfora plástica de lo ideal y lo real, de lo crudo de la sociedad y también de lo deseable. "No le temo a la muerte, sino a perder la vida", dice Penélope en un momento de la obra. Esta sobrecogedora afirmación da muestra del pulso literario, también poético, en el que Alfileres de cristal nos atrapa. Una novela de difícil encuadre, por su misma riqueza y complejidad; una historia de corte social salpimentada de novela negra y/o policíaca, costumbrismo, paisajismo, psicologismo y actualidad, pero también de brotes sorprendentes de copla y de poesía. Créanme, no les dejará indiferentes. 


Ocaso y muerte de una diva
Manuel Pecellín Lancharro 3/06/2013

   Nacido en Herrera del Duque (1959), Desiderio Vaquerizo es profesor de Arqueología en la Universidad. Aparte de importantes estudios como historiador (recomiendo vivamente su trabajo sobre el aceite en la Hispania antigua, Boletín de la R. Academia de Extremadura, 2011), cuenta ya con una notable producción literaria. Títulos como El árbol del pan (2004) o El cerro de los cráneos (2011), clasificables como novelas históricas, testifican la calidad de su escritura. Más interesantes aún son las tres que conforman la trilogía conformada por Callejón del lobo (2004), Chocolate con veneno (2009) y Alfileres de cristal, las tres en la editorial Berenice, sobre la situación femenina en los medios rurales de España mediado el siglo XX. Según exhiben tantos naturales de la Siberia extremeña, el autor es un entusiasta (no acrítico) de una zona que posee tan marcadas características geográficas, socioculturales e históricas. De todo ese acervo etnográfico llevará Vaquerizo abundantes testimonios a sus obras, que, sin embargo, están muy lejos de limitarse a la recreación de paisajes idílicos, escenarios folclóricos, ágapes suculentos o tiernas composiciones rurales. Por el contrario, sus novelas pertenecen más bien al género policíaco (el inspector Calatrava, un atractivo detective, ha de resolver los crímenes ocultos), aunque valgan más por el retrato psicológico de los protagonistas, sobre todo los femeninos.
   Igual que en las anteriores, el personaje central de ésta es una mujer hecha a sí misma, que ha triunfando pese a las circunstancias más adversas y, transgrediendo cualquier código, es capaz de ponerse el mundo por montera, sin olvidarse de sus humildes orígenes ni dejar de proteger a los menos favorecidos, y vengar agravios adolescentes de los clásicos caciques. Así es la antaño famosa vedette Penélope Montes (guiño a Homero y Serrat), ya herida por inmisericorde cáncer, cuyos zarpazos últimos trata de aguantar retirándose a su predio de Los Alcornocales, donde vino al mundo, y en torno a la cual va urdiéndose una trama tan atractiva como increíble. “Fue una mujer libre, que no tuvo reparos en utilizar el sexo como reclamo efectivo de libidinosos, a los que, a cambio de disfrutar de sus encantos, vaciaba la cartera o sacaba un papel de protagonista. Una mujer que se autocalificaba de fulana con el fin de castigarse por su moral disoluta, pero que en realidad se burló del mundo con todas las de la ley, vendiendo al mejor postor lo que fue siempre su mercancía más famosa: ella misma” (pág. 23)., adelanta pronto el novelista.
   Merced a las oportunas evocaciones irá reconstruyendo las enjundiosas peripecias de una biografía que va a cerrarse antes de lo previsto y no por culpa de la enfermedad. Antes, la antigua hetaira se propuso remediar algunos de sus máximos errores, organizando una “última cena” donde están todas las claves del drama.
   Vaquerizo afina más cada vez su prosa, que se hace especialmente atractiva en las descripciones del paisaje y paisanaje típicos de la Siberia, sin omitir el recurso al habla dialectal cuando presenta personajes populares. También llaman la atención los recursos lingüísticos utilizados, próximos a la jerga juvenil más desgarrada y provocativa al describir determinados ambientes. Y no renuncia a su ya conocido amor por ese inagotable fontanal discursivo que constituye el refranero español, tan bien conservado en las pequeñas poblaciones de Extremadura. Construye así un texto complejo, con guiños múltiples, a veces previsibles, pero siempre eficaces.

lunes, 17 de junio de 2013

CÓRDOBA, A PIE DE TIERRA
  Después de colgar, hace unos días, el precioso editorial que me dedicó Rosa Luque, me he dado cuenta de que debería haber hecho lo mismo con el artículo que Pilar Sanabria publicó hace un par de semanas sobre mi libro Córdoba, a pie de tierra. Ella, que fue una de las intervinientes en el acto de presentación de la monografía, me conoce también desde hace tiempo, y ha sabido trascender más allá de lo evidente, hasta expresar con delicadeza exquisita su opinión sobre un libro en el que yo he puesto corazón, sangre y alma. ¡Gracias también a ti, Pilar; por entenderme, apoyarme y derrochar sensibilidad a manos llenas...!


Córdoba, a pie de tierra

Pilar Sanabria Cañete, Poeta 28/05/2013
  El pasado 24 de abril, de la mano de la entrañable editorial cordobesa El Almendro, tuvo lugar la presentación del libro Córdoba, a pie de tierra , un diario privilegiado del último lustro en el que Desiderio Vaquerizo recopila sus artículos de prensa, con ilustraciones de Curro Fuentes. En sus páginas se entremezclan, como en una poderosa mixtura de esas que se escanciaban y servían en las cráteras antiguas, esencias de historia, arte y filosofía, convocadas de forma profusa en torno a esta Córdoba que vivimos y sobrevivimos. Todas las perspectivas en arqueología están afectadas por un principio de expresión transversal: la escritura, y en esta obra el lector encontrará múltiples estrategias literarias, pues su autor ha sabido infiltrarse en los textos con la cercanía y la proximidad del hombre que contempla.
  Desde la perspectiva de lo que un día fue construido para recrear el pasado, hay también un transporte al presente, un lazo común de identidades y una escala común de lejanías. D. Vaquerizo practica una arqueología comprensiva, la de un ser desbordante, que incluye la crítica de sus propios errores. A través de pistas, de deducciones, de interrogar a los testigos de lo cotidiano, de desmenuzar los vestigios de ese escenario de la vida que son los hechos, las diacronías, los antecedentes de lo que sospecha, abre plenamente las puertas al yacimiento de la desidia humana, de los desencuentros, de la excavación de los estratos más recónditos que se esconden en todos nosotros. Se erige así en arqueólogo del alma, un ecologista de lo humano, reconstruyendo lo mejor y lo peor de nosotros mismos. A pie de tierra, el hombre se funde con el hombre, sin género, apellidos, ni pronombres; centra toda su fe en la integración de la subsistencia, en el asentamiento investigado, en los restos vegetales o en los huesos que son la horma que nos dignifica todavía. Desiderio excava como nadie en las pasiones humanas: grandes y pequeñas, todas son válidas; y eso se percibe en cada una de sus palabras, que son pura agua de una fuente de vida. Mediante la creación, se agrega a los reinos del universo más plural, se vuelve traductor de la realidad objetiva y la compleja subjetividad humana. Es un mentalizador, comparte la idea platónica de la caverna, en la cual desde ese nido de sombras, recuerda el "alma pura", es asaltado por la inspiración vital para expresar lo que recuerda.
  Hay en estas páginas --verdadera arqueología literaria entendida con vocación de servicio-- un ser cognoscente que se ocupa de aprehender e interpretar el mundo desde su punto de vista (y dice F. Betto que "cada punto de vista es la vista desde un punto"), que se nos entrega desde el compromiso, por y para la comunicación. Su autor despliega en ellas el entrenamiento más riguroso de lo intuitivo. Encontramos así al hombre sensible y receptivo, que respira con plenitud bajo la parra de un patio mediterráneo, que habla de los honores funerarios y las medidas de la muerte en la Hispania romana, del aceite de oliva que nutría el alma, de los encajes del agua definitorios de las fragancias de Córdoba, del río de Córdoba que parece deambular siempre entre históricas cicatrices de olvido, de ese corazón nadando en la docencia más desnuda, de la aberración del sistema. Y se pregunta, desgarrado: "Quo vadis Córdoba...?".
  Les recomiendo, encarecidamente, que acudan a esta redención literaria, a esta apertura a las calles que pisamos, y que son la prolongación de civilizaciones que nos legaron un denso entramado de sabiduría. Es la autenticidad de un escritor que ha virado entre la rotundidad de Eros y Tánatos en El Arbol del Pan , el ovillo de tramas y personajes pasados y presentes viviendo un paisaje de suspense y de leyendas en El Cerro de los Cráneos , y los desastres de la España rural más trágica y femenina, con mujeres sufridoras en latencias de callejones de lobo, de merecidos chocolates con veneno, o de bellas diosas hundiendo alfileres de cristal, vengadoras de ancestrales vasallajes. Este universo plural de líquidas escenas, de seducciones fieras a través de la palabra, conforman el horizonte y la intemperie creadora de D. Vaquerizo. Todo un estigma de rumbos hacia donde dirigirse a tumba abierta, sin hacer preguntas, por el sólo placer del hallazgo. Gracias, Desiderio, por mantenerte en esa trinchera, en esa barricada no siempre grata de la resistencia a lo monocorde. Sabremos reconocerte en la entrega siempre que abramos un libro tuyo...

miércoles, 12 de junio de 2013

UN TIPO SORPRENDENTE

 A algunos os va a resultar, quizás, un poco fatuo y presuntuoso por mi parte, pero no puedo resistirme a reproducir aquí las hermosísimas palabras que Rosa Luque me dedica, con toda la generosidad del mundo, en el Diario CÓRDOBA de hoy. Acabo de leerlas, y estoy realmente emocionado; no ya sólo por lo que implican, sino sobre todo y particularmente, por haberlas merecido de ella; una mujer que es toda sensibilidad, dotada de una serena capacidad crítica que la convierte en testigo privilegiado de su época, periodista de raza y buceadora exquisita en el alma humana, un verdadero lujo para el periodismo cordobés de todos los tiempos, a la que admiro profundamente como profesional y como persona desde hace toda una vida. Confieso una cosa: siempre soñé con merecer una de sus largas entrevistas, en las que es capaz de penetrar más allá de lo evidente y lleva con frecuencia a los personajes a sobrevolar sobre sí mismos, ennobleciéndolos sin excepciones; pero esto de hoy supera cualquier expectativa. Es, sin duda, otro de esos grandes regalos que me está haciendo la vida últimamente; y casi todos ellos vienen de la mano de una mujer. Basta ese detalle para entender que les haya dedicado buena parte de mis novelas y que, probablemente, lo siga haciendo. ¡Tienen tanto que dar...! 

 ¡Gracias, Rosa! He aquí, para lo que gustes mandar, a tu rendido admirador, cuyos afecto y consideración por ti no hacen otra cosa que crecer, tras cada prueba de calidad periodística y humana que tan generosamente nos regalas.


Un tipo sorprendente
Rosa Luque 13/06/2013
  Todos tenemos varias facetas, pero muy pocos son capaces de desarrollarlas a la vez, sin jerarquías impuestas por la profesión o la vida misma. Una de esas excepciones es Desiderio Vaquerizo Gil, un tipo verdaderamente inclasificable que te sorprende a cada paso, y una especie de Rey Midas --alusión mitológica que va como un guante a este enamorado de la cultura clásica-- que convierte en oro cuanto toca, o casi. Nacido en el pueblecito pacense de Herrera del Duque, este extremeño estoico y perseverante que afirma creer aún en la utopía echó raíces en Córdoba siendo casi un niño, cuando con 14 años cambió su paisaje aldeano, al que íntimamente sigue siendo fiel, por la ciudad que le abría un horizonte de estudio en su Universidad Laboral.
  Desde entonces no ha dejado de formarse ni de creer en la educación como el arma más poderosa para mejorar el mundo (dicho está que es un utópico). Aquel chaval pundonoroso y redicho --así lo recuerdo ya de alumno universitario, cuando nuestros caminos se cruzaron por primera vez gracias a una amiga común--, aquel Desiderio lleno de deseos que llegó sacudiéndose el polvo de los campos de su infancia sigue hoy manchándose pies y manos de tierra, pero como arqueólogo y director del grupo de investigación Sísifo. Y a través de él, del proyecto Arqueología Somos Todos, empeñado en arrancar al pasado las claves para encauzar el futuro.
  Pero si el catedrático Vaquerizo ha sabido ganar prestigio para su departamento --y premios--, también se ha hecho un hueco como articulista comprometido con su entorno, sacudiendo conciencias dormidas en el abandono o la frivolidad, ese vicio que este señor tan cumplidor detesta.
  Sin embargo, hay otro Desiderio Vaquerizo que cada día sorprende más y es el escritor. Estoy convencida de que, si no fuera porque tiene donde escoger, podría ganarse la vida como novelista. Es dueño del don de la palabra y del detalle psicológico, combinados ambos con intrigas detectivescas que enganchan al lector (su inspector Anselmo Calatrava, un sabueso de provincias al que no se le escapa una, recuerda cada vez más al Plinio de García Pavón). Suele decir que la ficción para él es un divertimento, pero ahí estaba nuestro hombre el otro día en la Feria del Libro de Madrid firmando como un descosido ejemplares de su última novela, Alfileres de cristal --con la que cierra una trilogía sobre el mundo rural y sus sufridas mujeres--. Y no estaba solo, le acompañaba la actriz Marisa Paredes, musa de Almodóvar, que hizo una lectura dramatizada de algunos pasajes del libro. Si eso no es éxito literario se le parece mucho. Este tipo es una caja de sorpresas.
  

viernes, 7 de junio de 2013

UN SUEÑO CUMPLIDO

  Como estaba previsto, ayer tarde, a las 18,30 h., la Feria del Libro de Madrid se vestía de gala para recibir a la gran dama de la escena española, Marisa Paredes, que acudía a ella como madrina de mi última novela: "Alfileres de cristal" (Berenice, 2013). En medio de un silencio sepulcral, a pesar de la gran cantidad de público -incluso, de pie- que abarrotaba la sala, la actriz hizo una lectura dramatizada de algunos párrafos de la misma, con los que evocó los mil y un matices de su protagonista, la también actriz y folclórica Penélope Montes, vista en tercera persona por el narrador, por su abogado, Andrés Quintana, por su hija, Martina, y finalmente por sí misma. Puso así en relevancia la fuerza de un personaje que, asumido por ella, cobró aún más intensidad. Antes de Marisa había intervenido Rosario Aguilar, como representante de la Librería Pueblos y Culturas, organizadora del acto, y cerré yo, con un recorrido por las tres obras citadas en el que traté de explicar mi interés por la mujer y el proceso creativo que habitualmente me asiste. Hice este recorrido realmente emocionado, porque entre el público de la sala había decenas de familiares y amigos (muchos de ellos paisanos, de Herrera del Duque), de rostros que han conformado mi paisaje humano desde que era un niño, pero también otros que he ido cosechando por el camino, y que hoy ocupan cargos importantes en Universidades, Ministerios, o simplemente la vida. A todos, un millón de gracias. No sabéis lo importante que es para mí vuestro respaldo, sentir tanto afecto en estos momentos tan particulares de mi existencia. Pocos podrían presumir de una cosecha tan fecunda....

  Pero entre todos los presentes, permitídme, por favor, que mi agradecimiento en esta ocasión vaya de forma muy especial a Marisa Paredes, una actriz tan grande como su propia generosidad, con la que hemos crecido toda una generación, personalizando en su rostro, en la luz y en la fuerza de su mirada, muchos de nuestros sueños. Basta echar un vistazo a su extensísima filmografía y a su labor en el teatro, que tantos premios y reconocimientos le han reportado. Su presencia en sí misma fue todo un regalo, no ya sólo por el tirón añadido que supone su imagen, sino también por el privilegio que representa para mí su amistad, su gran conocimiento del mundo del espectáculo, su capacidad innegable para la interpretación, su calidad humana. Es una mujer luminosa, aún más hermosa por dentro que por fuera; humilde como sólo pueden serlo los realmente grandes, y estas cualidades quedaron claramente en evidencia para todos, que sucumbimos sin reservas a su magnetismo. Quién sabe: tal vez un día se acabe de materializar mi sueño, y la vea en la pantalla interpretando a mi Carmen, mi  Áurea, o mi Penélope. Yo soy de los que nunca renuncian a las utopías.

 Como una prueba más de generosa disponibilidad, al finalizar la presentación la actriz de títulos tan conocidos como Tacones lejanos, La flor de mi secreto, Todo sobre mi madre, o La vida es bella, se trasladó con nosotros a la caseta de Pueblos y Culturas, donde permaneció un buen rato atendiendo al público, mientras yo firmaba libros como una máquina. Jamás había tenido ante mí una cola de gente como esa. Gracias, pues, de corazón, a cuantos tuvísteis la paciencia de esperar para conseguir saludarme sólo un minuto, y mis disculpas por no haberos podido atender, a todos y cada uno, como hubiérais merecido. No sé qué ocurrirá en el futuro, pero tardes como las de ayer hacen que, de pronto, todo valga la pena.

  Por cierto, las fotos que incluyo a continuación son de Antonio, de Vimagen S.L., la empresa de Charo Gil que, por segundo año consecutivo, me ha honrado con un reportaje fotográfico a la altura sólo de unos cuantos privilegiados. Gracias también por eso.